La historia: A mi prima Paula (hija de mi padrino y tío Pepe) le encanta la cocina (como a toda su familia paterna) y como a su madre no le va mucho, nos pide recetas a mi hermana, a mi madre y a mí. Además me han contado que tiene muy buena mano! Cuando hice la tarta de la pintora estaba ella en casa de mis padres y le encantó. Desde entonces es una de las mejores seguidoras de mis tartitas y no descarto que se ponga a hacerlas y me supere!!! Pues bien, iba a ser su cumpleaños y mi madre, que dice que no pero es muy detallista, me pidió que le hiciese una tarta, sabiendo que le iba a encantar. No sé muy bien por qué, pero en mi familia nos encanta regalar comida!! Paula cumplía 16 años, así que estaba un pelín perdida con el tema de la tarta, gracias a mi prima Raquel que nos recordó lo coqueta que es Paula y lo que le gusta maquillarse. Corría el 16 agosto y hacía tal calor que se me deshacía la ganache, el fondant y la madre que los parió. Me costó muchísimo enderezarla -estuve a punto de repetirla- pero finalmente la saqué adelante. No quedé muy contenta con el resultado, pero ver la carita de emoción que puso Paula al verla (y toda su familia) hizo que el mal rato valiera la pena. Además, Paula tuvo un detalle que me gustó mucho: cuando vinieron a mi casa a recoger su tarta me dijo que le daba cargo de conciencia llevarse la tarta en lugar de comérsela con nosotros (siempre celebra su cumple con la familia de su madre) y al final se las apañó para que nos tomáramos un trozo con ella, os aseguro que me conmovió. Eso y las cincuenta mil veces que nos dio las gracias y nos dijo lo buenísima que estaba.
Bizcocho de brownie delicioso, calado con café vienés (descafeinado) y relleno de ganache de chocolate negro y mars. Todos los adornos y cubiertas de fondant de nubes.
Detalle de la cremallera.